“Si Chávez sigue con el poder que hoy tiene, no hay mayoría opositora que dure”
Bajo sospecha
Dos cuerpos sólidos no pueden ocupar simultáneamente el mismo espacio. Idéntico es el caso en la física política: hay acontecimientos que no pueden coexistir. Véase el siguiente ejemplo: un hecho es que Chávez continúe sin cambios con el “proceso”, apoyado en su poder autoritario, basado en un cierto apoyo popular, la sumisión del alto mando militar, la acción convincente de los grupos paramilitares, el control masivo del Estado y la (disminuida) tolerancia internacional con la que todavía cuenta; el otro hecho, incompatible con el anterior en el caso de ocurrir, es que la oposición con la eventual mayoría de los votos, gane la Asamblea Nacional como han ofrecido muchos dirigentes y Chávez -más o menos remolón- se disponga a cohabitar. Dicho de otro modo, para que la oposición pueda ser mayoría reconocida institucionalmente por el CNE, aceptada por el PSUV y en el ejercicio de la fiscalización parlamentaria del gobierno rojo, Chávez tiene que perder el poder omnímodo que ejerce sobre el Estado; y si no lo pierde en estos meses, antes y durante la experiencia electoral, es demasiado difícil pensar que la mayoría de los votos se exprese en una mayoría parlamentaria opositora reconocida por el régimen. Si Chávez sigue con el poder que hoy tiene, no hay mayoría opositora que dure, aunque se gane; si se gana y se expresa en asientos en la Asamblea es porque Chávez está perdiendo masivamente el poder real que hoy ostenta, aunque siga en su cargo.
La Agenda Legislativa. En varias ocasiones los dirigentes de la oposición han hablado de una agenda legislativa como muestra de lo que desearían hacer de llegar a la AN. Ese planteamiento tiene sentido en la medida en que refleja las intenciones estratégicas de carácter programático de los partidos, pero carece de absoluta pertinencia si se pretende vender la ilusión de que tal es una tarea compatible con el régimen de Chávez tal como es hoy. Piénsese en la anterior AN cuando la oposición llegó a ser casi la mitad de ese cuerpo (a veces era mayoría por ausencias en la otra acera) y el oficialismo modificó siete veces el Reglamento Interior y de Debates para impedir que propuestas y leyes promovidas por la disidencia tuvieran alguna oportunidad. Piénsese en el Chávez arbitrario, mandón y capaz de saltarse cualquier consideración constitucional o legal, a ver si ese parlamentarismo democrático posee credibilidad en el caso de que el poder del caudillo siga incólume.
No se trata de argumentar la inconveniencia del intento electoral -al contrario-, solo que si se basa en las leyes que se van a aprobar, en la fiscalización que se va a ejercer, en las interpelaciones a desarrollar, lo que se hace es enunciar una mentira negra. No habrá nada de eso a menos que se obligue a Chávez a aceptarlo y solo se le puede obligar con una estrategia que desmantele su poder autocrático.
Se podría decir que, en realidad, es verdad lo que aquí se afirma, pero que es mejor tener unas voces allí que no tenerlas. Este argumento podría funcionar a condición de que los diputados opositores se dedicaran a procurar el reemplazo constitucional de Chávez en el poder o desarmar su estructura de poder (TSJ, CNE) para constreñirlo a actuar democráticamente. De no ser este el caso, los partidos solo habrían utilizado la coyuntura electoral para resolver el respetable pero insuficiente objetivo de asegurar la estabilidad laboral de sus más conspicuos jefes.
“Golpe Institucional”. Algo de esto se ha olido el gobierno cuando Cilia Flores, la presidenta de la AN, ha asegurado que la oposición desea asestar un “golpe institucional” desde la Asamblea. En realidad, como desde esta esquina se ha razonado en otras oportunidades, cualquier actividad, por más constitucional, legal, pacífica que sea, cuyo propósito sea meter en el carril democrático a Chávez o buscar un acuerdo con el chavismo para su sustitución constitucional, es considerada “golpista”. Este sector radical oficialista, aunque usa el chantaje expresado en la acusación de golpistas a sus oponentes, reconoce que lo que se debate ahora y se debatirá luego es cómo terminar el militarismo autoritario imperante. Lo que llaman golpe institucional no es más que la recuperación democrática de Venezuela.
Estrategia Electoral. La oposición visible no ha considerado oportuno plantear estos temas porque, en unos casos, considera que aleja a un sector del chavismo que quiere pluralidad, pero no desea “volver al pasado”; o porque, en otros casos, en realidad estima que hay que comenzar a mover los tenues y frágiles hilos de la candidatura presidencial para -entonces sí- lograr el reemplazo electoral de Chávez en Miraflores.
En relación con el primer tema hay que decir que es imposible, históricamente imposible, volver a la etapa previa a 1999. No solo es inviable, sino que es indeseable, nadie lo procura; aun aquellos que consideran que los saldos fueron más positivos que negativos. La historia no se devuelve, nada puede ser lo mismo que hace diez años, incluidos individuos, partidos, experiencias. En el caso del chavismo descontento hay muchos que quieren el reemplazo de Chávez pero por uno de los suyos; aspiración legítima como quiera que se vea, para lo cual la recuperación democrática abriría un camino. Es el creciente chavismo sin Chávez que hoy es mayoría en la AN como reacción al fraude denunciado en las elecciones del PSUV.
El tema de la candidatura presidencial está demasiado presente como para voltear la mirada. Las actitudes de varios dirigentes opositores muestran la mano boba haciendo de las suyas, cuando le acarician la pierna a eventuales posibilidades presidenciales. Es ceguera; en un ambiente caótico lo más probable es que lo que es hoy no sea mañana. “Posicionarse” para ser tomado en cuenta a la hora de los hornos concita más enemistades que apoyos, precisamente porque el caos actual es el mundo de la zancadilla, el quítate-para-ponerme-yo, y otras muestras de altruismo caníbal. Pero, aun si se deja de lado este aspecto de la ignorancia histórica y de cómo son los procesos sociales, solo tendrá sentido lo que se haga en 2012 si la estrategia de ahora está enderezada a desmontar el autoritarismo y no a convivir con este hasta el fin de los tiempos.
Dirigentes de la oposición y del chavismo descontento comparten estos criterios, pero se vuelven convencionales a la hora de publicitar sus estrategias y describir sus propósitos, con lo cual no parecen acertar. No es un golpe de Estado procurar un cambio radical del orden político actual por medios constitucionales. La mayoría opositora en la AN debería significar renovación del Tribunal Supremo, del CNE y del Poder Ciudadano; este planteamiento es más seductor que cualquier otro y podría unir a los partidos y la sociedad civil. Y suma votos.
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