Los nuevos héroes del Panteón quintarrepublicano
Todos los lectores de novelas policíacas se han tropezado alguna vez con la expresión smoking gun (“pistola humeante”) que en un descuido, o por salir corriendo, deja el asesino al lado del cadáver y que sirve para acusarlo y condenarlo. Por eso, todos los delincuentes tienen el mayor cuidado en ocultar el arma homicida, echándolo al río o en un horno, o enterrándolo en una montaña.
Pero eso sucede en los países donde el hampa es perseguida, no en aquellos donde ella está protegida y mucho menos donde ella gobierna: en estas comarcas no se trata de ocultar nada, sino, por el contrario, se muestra con orgullo. El cual es por desgracia el caso de un país que alguna vez fue llamado “cuna del Libertador” y hoy se prefiere apellidarlo “cuna del Héroe del Museo Militar”.
El halo de los santos
Estamos hablando de un hecho muy concreto: en sus llamadas “primarias”, el PUSV pegó en las calles caraqueñas un afiche para exaltar la figura de Richard Peñalver y proponerlo como diputado a la Asamblea Nacional. Allí no sólo se le llama “Héroe de la Patria”, sino que se precisa que su acción heroica tuvo lugar en Puente Llaguno. Y por si algún elector no supiese leer, se publica su foto disparando contra los manifestantes inermes, y se le destaca con un círculo como el halo de los santos.
Debe precisarse que no se trata de una acción individual del connotado pistolero, sino institucional, del partido del gobierno. Porque no sólo ha sido con dineros públicos que se erigió en Puente Llaguno un adefesio esculpido acaso en el taller de la familia Rangel, sino que el propio jefe de esa familia calificó al confeso asesino de “audaz camarada”; de donde el partido saltó a calificarlo de “Héroe de la Patria”; o sea, uno de los candidatos a entrar, incluso en vida, en un Panteón de donde se habrá expulsado previamente a todo ser honesto.
Los honestos rangeles
Me imagino que el orador de orden en el solemne traslado de los restos mortales de los héroes de la Quinta República será el mismo que llama “audaces camaradas” a unos asesinos desalmados. Su verbo alcanzará alturas celestiales en un discurso donde llamará seguramente “honestos ciudadanos” a un ladrón de caballos como “Maisanta” y a un metemano del Tesoro Público como “Pepe” Rangel Cárdenas, al lado de cuyo catafalco, un cenotafio esperará las cenizas futuras de otro bandido de la misma calaña (alias) “Papi-papi”, continuador de la tradición cleptocrática inaugurada por su abuelo.
Se dice que el gran triunfador en las citadas primarias ha sido Diosdado Cabello, otro señor de acrisolada honestidad cuya gente plenará así la bancada del PUSV, presidida por un Freddy Bernal gran culpable de la contaminación sónica de que padecemos los caraqueños, pues a su paso frente a los bancos se sueltan todas las alarmas.
Sus propios méritos
El párrafo anterior lo hemos escrito para destacar el caso paradigmático de alguien que busca destacarse por sus propios méritos y no por los de Dios Todopoderoso. Hasta hace algún tiempo, la única prenda que (dicho por el mismísimo Presidente de la República) hacía destacarse al hoy vencedor de esas primarias era tener “ojos bonitos”.
Cabello supo tragarse el insulto disfrazado de elogio, acaso recordando como en su tiempo, se tragaba el general Gómez los que, afectando alabarlo, le propinaba Cipriano Castro. Cabello decidió entonces, a la chita callando, labrarse su propia fortuna. Poco importa que las malas lenguas pretendan que lo de “fortuna” deba tomarse al pie de la letra; y menos aún que esas mismas lenguas le hayan cambiado el nombre que le dio el cura en la pila bautismal, y lo llamen una vez sí y otra también Dioscaco Cabello. Él prefiere que esa fortuna permita a sus deudos comprarle, para entrar al Panteón, una urna como la de los faraones, y no hacerlo en un automóvil Audi reacondicionado, como lo haría el dadivoso Jorge Rodríguez.
La bandera del Islam
Por supuesto que no se agota allí la larga cola de los próceres de la Quinta República candidatos al Panteón Nacional. Cubiertos con la bandera verde del Islam y la colorada de la boina paracaidista, entrarán al Panteón, al chillido de Alá Akbar!, los restos de otro pájaro de cuenta, ese “Chacal” para quien no hay víctima inocente. A su lado reposarán los patriarcas de la familia real barinesa, en urna dorada como la de Diosdado y por las mismas razones.
Pero si cerramos aquí la pletórica lista de esos hombres que tanto han merecido de la Patria (y que tan bien han cobrado esos méritos) no es solo por la falta de espacio. No: es que debe dejarse espacio suficiente para el emperifollado rey de esa Corte de los Milagros. No creemos necesario nombrar a quien todo el mundo conoce, así como sus fechorías. A comenzar por aquella del 4 de febrero de 1992, cuando dejó regadas en el asfalto las tripas de unos pobres soldaditos mientras él iba a vaciar el susto de las suyas en el blindado retrete del Museo Militar.
No creemos necesario nombrar a quien merece puesto de honor en ese Panteón, por haber cometido el peor de los delitos de que se puede acusar a un militar: por haber sustituido a las antiguas Fuerzas Armadas Venezolanas por éstas que hoy desfilan a paso de ganso en Los Próceres: las FACV, las Fuerzas Armadas Cubanas de Venezuela.
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