Domingo, 20 de junio de 2010
José Delgado ha dedicado 45 de sus 62 años de edad a la pesca artesanal en el lago de Maracaibo. Por casi medio siglo ha sido, junto con su familia, testigo de la progresiva contaminación del más importante reservorio natural de Zulia.
Para él es normal navegar, nadar y vivir entre cualquiera de los derivados del petróleo. De lunes a sábado, antes de las 6:00 am, sale en su peñero desde el palafito de su hija para pescar algunos kilos de curbina, bagre y otras especies en el lago. En su diario trajinar encuentra, además de peces, manchas de crudo por doquier.
"Me ensucio de petróleo cada vez que pesco, me lleno las manos y los pies. Se concentra aquí, hay siempre unas peloticas en el fondo", cuenta mientras muestra las pintas que recubren sus extremidades al abandonar el agua cerca del mediodía.
El hidrocarburo también se ha adherido a través de los años a su embarcación, a las redes y a los implementos que usa para el trabajo. Luego de cada jornada debe cumplir el rito de lavarse con gasolina él y todas sus herramientas para borrar las indeseadas mugres de la industria petrolera.
Delgado da fe de que el crudo se ha concentrado en los alrededores de los palafitos de Santa Rosa de Agua, El Malecón, Ecos del Zulia y otros sectores ubicados en las riberas del lago. Según su experiencia, los botes de crudo son parte de la vida cotidiana y se aprecian a simple vista.
"Antes no se veía tanto petróleo, pero hace un tiempo se comenzó a ver. Éste era un lago limpio, limpio. Hace poco pude ver una mancha suave, no tan oscura; pero al día siguiente la mancha se puso más oscura. Cuando el viento sopló la trajo para acá", relata en referencia al derrame denunciado por sectores políticos, legislativos y empresariales de la región, aunque desmentido por voceros del Gobierno nacional.
Para él, su esposa y sus cinco hijas no hay debate ni polémica: sí hay derrame de crudo en el lago. No desde la semana antepasada, sino desde hace años.
Dice que apoya al presidente Hugo Chávez y opina que el ministro de Ambiente, Alejandro Hitcher quien negó que existiera el bote de petróleo en el lago, está desinformado de la realidad que viven los que frecuentan el ícono natural más importante de Zulia.
Desastre industrial. La orilla de Capitán Chico, zona de ranchos que está ubicada en la costa occidental del lago, luce como un monumento a la suciedad.
Envases, potes, calzados, camisas, jeans, madera y todo tipo de enseres se apiñan en medio de una masa negrusca en los patios de las viviendas.
A escasos metros, decenas de niños de todas las edades juegan durante horas. A veces aprovechan el descuido de sus padres para echarse un chapuzón en aguas notoriamente contaminadas por los efectos del crudo.
"Esto es un desastre. Mis niños han perdido toda la ropa por el petróleo. Tengo que desecharla porque se mancha igualito por estarla lavando con gasolina. Mi esposo es pescador y siempre se le ensucian la lancha y los chinchorros", dice indignada Leslie Díaz, que desde hace dos años reside en el sector junto con sus seis pequeños y su pareja.
Ella también confirma que la presencia del petróleo se hizo más evidente desde hace tres semanas. Hasta sus cuatro perros se han ensuciado con el hidrocarburo.
Sus reclamos ante el Instituto para la Conservación del lago de Maracaibo han valido poco o nada. "Me he cansado de esperarlos, pero nunca vienen. Me imagino que vendrán en lo que se den cuenta de que hay mucho petróleo en la orilla", supone.
Su drama es compartido con los demás adultos de la vecindad. Rocío Bozo, madre de cinco muchachos, reclama que sus niños no puedan ni siquiera lucir ropa nueva o bonita en el lugar.
"Mi niña de 3 años de edad se puso un vestidito por primera vez y se lo ensució de petróleo porque se sentó en la orilla del lago. Ya lo perdió", reclama.
Anny Castillo, otra madre de la comunidad, asevera que las consecuencias de la contaminación petrolera van más allá de la pérdida de prendas de vestir y la suciedad en las viviendas. "Mi bebé se enfermó de la piel por eso. El domingo pasado le salió una erupción. Tiene que ser por ese derrame de hace unas semanas", se lamenta.
Las tres mujeres, como la gran mayoría de los residentes del lugar, simpatizan con el presidente Chávez. Todas coinciden en que él debería sensibilizarse por la tragedia ambiental, social y económica que atraviesan por culpa de la industria del crudo.
Leslie Díaz, cristiana practicante, le ora a la divinidad para que el mandatario se conmueva de ellos y les resuelva el problema. "Confío en Dios para que mi Presidente se apiade de nosotros. Soy revolucionaria. Soy primero de Cristo Jesús, pero ojalá Dios toque su corazón", ruega con los ojos cerrados y las manos entrelazadas, como intentando no resignarse a vivir eternamente rodeada de desechos químicos.
http://www.analitica.com/va/sintesis/nacionales/5346668.asp
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