Junio 20, 2010
Julia o el fatum de los Delgado Chalbaud es una novela de turbulentos ríos circulares y de grandes destinos trágicos. Alrededor de dos personajes capitales, Román Rojas Cabot teje mil y una historias que se cruzan para trazar un complejo entramado de realidades y ficciones.
Julia es la historia venezolana del siglo XX, contada y vista como no se cuentan las historias. Dos hombres de destinos trágicos, Román y Carlos Delgado Chalbaud, adquieren la dimensión imaginaria que permite al novelista explorar sus traumas, que se prolongan en Carlos Román, hijo de Carlos, y Julia, hija de Carlos Román, o sea, la saga de cuatro generaciones. La bella Julia se asoma al siglo XXI para comprobar, quizás, que el tiempo pasado se prolonga y somos sus prisioneros, como si vivir ahora en Venezuela fuera vivir en un pasado que nos persigue.
Román y Carlos, los protagonistas destinados por la fatalidad a muertes violentas. El primero fue el jefe de la invasión del Falke que vino a derrocar a Juan Vicente Gómez. Apuntemos que el novelista no es ajeno a la arcilla de sus héroes. Carlos Julio Rojas, uno de los del Falke, fue su padre, y el propio general Román, su padrino. De ahí que esta novela, crónica o memoria no fue escrita desde fuera sino desde dentro. El padre aparece como una figura lejana. Del Falke y de su fracaso, y de sus heridas de Cumaná a la larga prisión en La Rotunda, a la ausencia, a las sombras.
Julia o el fatum de los Delgado Chalbaud es una novela cargada de historias, pero también de intimidad, de confidencias o de intrigas, de pasiones y duelos, de todo lo humano que Pocaterra o Blanco Fombona habrían descrito sin la sutileza con que Rojas Cabot los aborda porque, a diferencia de aquellos, está lejos de la escena. No interroga a los personajes, simplemente les cede la palabra y son ellos los que cuentan, los que se interrogan, los que naufragan entre la incertidumbre y el desafío.
Román en la cárcel, alimentado por el rencor y la venganza, cuando en París prepara la invasión, o cuando navega hacia la muerte. O en sus tiempos de poder y dinero con Castro y Gómez. El novelista describe con tensión el episodio del 11 de agosto de 1929, cuando Delgado Chalbaud baja del barco en la oscuridad de la noche, avanza por la Calle Larga, y en el otro extremo del puente sobre el río Manzanares, el general Emilio Fernández, su enemigo, lo espera y se matan.
El turno del hijo Carlos no es menos dramático. Primero, la conspiración del 18 de Octubre, contertulio de Betancourt y Pérez Jiménez; después, ministro; luego, la conjura contra Rómulo Gallegos, presidente de la Junta Militar de Gobierno, y los colegas que lo desprecian por civilizado y por “francés”; el amigo secreto de Mimí; el condenado a muerte por los azares del poder.
El desenlace tiene lugar el 13 de noviembre de 1950. El presidente de la Junta Militar sale de su casa; mientras mira el Ávila como un ritual cotidiano, lo asaltan, y oye la voz del general Rafael Simón Urbina que le grita: “Bájese del carro comandante y no pregunte”, y le abre la puerta con fuerza. Poco después, será asesinado en una quinta de Las Mercedes.
Al anochecer, la policía mata a Urbina, y la muerte del Presidente se convierte en asunto de Estado.
Si bien estos son los momentos más dramáticos de Julia o el fatum de los Delgado Chalbaud, conviene señalar la riqueza de una novela que cubre 100 años y, con Julia como protagonista, se asoma a las perplejidades del siglo XXI.
Una odisea de ambición poco común que testimonia, por una parte, el profundo conocimiento de la historia y de los personajes que muestra el novelista, y por la otra, la sutileza, el humor, el sarcasmo o la ironía con que desnuda a sus criaturas, sean de carne y hueso o no, porque, como es comprensible, en las 430 páginas de Julia lo real comparte el espacio con lo ficticio, y el tiempo es un carrusel que no cesa.
Este complejo mundo de simpatías y diferencias, afinidades y desenfrenos, rencores y amores, pasiones ocultas, ambiciones demenciales de poder, de borrascas y amables reconciliaciones que constituye el universo de Julia o el fatum de los Delgado Chalbaud, deja los cortejos de la ficción para acoger la carta que Lucía, viuda de Delgado Chalbaud, le escribió desde el destierro al coronel Pérez Jiménez: “Coronel, si usted es inocente debe destruir esas sospechas. Para ello, nada mejor que allanar el camino de la verdad”.
Estuve cerca de estas historias por manes del destino. En mi tiempo de embajador en Yugoslavia, Lucía fue designada consejera de la embajada en Belgrado, y fueron muchas las horas de conversación. Nunca la vi sin el cigarrillo en la boca, nerviosa, tensa; se consumía en el odio más terrible que pueda trastornar a un ser humano. Julia o el fatum de los Delgado Chalbaud, novela, crónica, historias, confesiones, retratos, caricaturas, es un libro que seduce y que imagino llamado a perdurar.
sconsalvi @el-nacional.com
http://www.noticierodigital.com/2010/06/julia-o-el-fatum-de-los-delgado-chalbaud/
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