Junio 20, 2010
Los médicos bolivarianos no saben escribir, ni su Comandante tampoco.
Escribir correctamente, sometiéndose a las más elementales reglas de ortografía y sintaxis no es algo que preocupe sólo a escritores y oradores, a maestros y alumnos, sino que puede convertirse en un problema de salud personal y pública. Esa preocupación está en el fondo del alarma manifestada por la Federación Médica al revisar las pruebas de esas fábricas de curanderos, “curabienes”, sobadores, rezanderos y charlatanes de feria que egresan de las pretendidas escuelas de medicina de las pomposamente llamadas “universidades bolivarianas”.
Porque tal vez no sea peligroso que un “médico” de los allí graduados escriba “anémico” con “h” (hanémico) y heces sin ella (eces). Pero imagínense Uds., que, como suele suceder, en un choque le estalle el bazo al chofer de un auto.
Con picante trujillano
Y que el “doctor” graduado cum summa dificultad en la Universidad Bolivarista, al remitirlo a otro compañero de partido, facultad y promoción, escriba que lo que le estalló al accidentado fue el vaso. ¿Qué de extraño tiene que este último mande al pobre hombre a su casa apenas rociado con mercurocromo y el consejo de que se tome dos aspirinas, se acueste un par de horas y al despertar, bañado previamente en agua fría, se empuje una hirviente pisca andina a la cual incorpore previamente un chorro de picante trujillano?
El peligro no es sólo para el paciente, sino también para el médico rojo-rojito. Por muchas demostraciones que haya dado de lealtad al Comandante en Jefe, si en un mal paso, creyendo escribir páncreas escribe Pancracio con la curiosa ortografía que es la misma del Jefe ¿habrá quien lo salve de ser despedido y hasta encarcelado por estar llamando payaso al Presidente de la República?
Obediencia ante todo
¿De dónde proviene la mala ortografía de los alumnos de las Universidades Bolivarianas? Aquí se podría copiar el viejo chiste antimilitarista: “¿Por qué son tan estúpidos los generales? Porque los escogen de entre los coroneles”. Pero no se trata sólo de que estos jóvenes tengan pésimos maestros, sino que en un régimen como el actual, cuyo modelo es el cuartel, la primera enseñanza es la obediencia. Ellos no hacen, pues, sino seguir el ejemplo y casi el mandato del Comandante en Jefe de quien es fama que en sus relaciones con la ortografía y la sintaxis no las tiene todas (y ni siquiera una parte) consigo.
Si los alumnos de esas peculiares “escuelas de medicina” nunca han visto un manual de Anatomía (pues el tiempo se les va de claro en claro y de turbio en turbio escuchando de pie y con los talones muy juntos la peroratas de “¡Aló Presidente!”), nada de extraño tiene que ignoren hasta lo más elemental de la escritura, a saber que antes de “p” y “b” va “m”; pues el mayor esfuerzo que se les exige a lo (no muy) largo de su carrera es a firmar su título con los dos pulgares entintados, pues al igual que sus profesores “manifiestan no saber firmar”.
El mal ejemplo
Pero aún así, como dice el dicho cristiano, “a nadie le falta Dios”; y no es imposible que, con la ayuda de algún familiar caritativo armados con un Libro Primario, esos egresados pudiesen aprender a leer y a escribir con la famosa letra ilegible de los médicos. Pero eso es muy difícil en la Venezuela actual, donde ese esfuerzo de algunos samaritanos es contrariado a diario por el ejemplo de un gobernante ignaro, parlanchín y fanfarrón que es capaz de escribir “felisidad” con “s”, “acquerir” por “adquirir” y ser citado y elogiado por los humanistas Darío Vivas y Lina Ron, y hasta candidateado sotto voce por los poetas Luis Britto García y Luis Alberto Crespo para el Premio Nobel de Literatura: es fama que los cuatro andan recogiendo firmas a tal fin, con un argumento irrefutable: “total, ¿no se lo dieron a Churchill?” Y además, repitiendo a quienes les recuerdan sus disparates lexicográficos que, como dijo alguna vez José Vicente Rangel, “ese es su estilo”; que él tiene derecho a hablar y escribir como le da la perra gana “porque así habla el pueblo” que lo eligió en libérrimos comicios.
No se las daba de sabio
Pero, para decirlo con una frase originalísima tal actitud lleva en sí el germen de su propia destrucción. Ser ignorante nunca ha inhibido a nadie para mandar en un país: se llegó a decir (lo cual era falso) que el General Gómez no sabía leer ni escribir. Pero él no andaba echándosela de sabihondo, y sabía rodearse de gente que sí lo era.
Pero hay una opinión que sí le importa a nuestro Presidente: la de un hombre que, una vez más, llamó días atrás “nuestro Padre”, Fidel Castro. El pobre Hugo de los Reyes ha recibido el insulto en el otoño de su vida, reducido, como los personajes de Jacinto Benavente, al triste papel de ser el último en enterarse de sus desdichas.
Cada del Día del Padre, este fiel hijo le ha venido dando como regalo a Fidel el desprenderse de su más preciada joya: la Fuerza Armada Nacional, hoy sustituida por la novísima Fuerza Armada Cubana de Venezuela (FCAV). Para poner el lazo a su regalo, el Héroe del Museo Militar mandó a borrar del frontispicio de la Academia Militar el lema “Forjador de libertades”.
Debía ser sustituida por “Cuba de la Revolución Bolivariana”. Pero con su ortografía fantasiosa, escribió “Cuba” con “n” en lugar de “b”, y ahora pone “Cuna de la Revolución Bolivariana”. Dicen que Fidel “anda muerto de la berraquera” con su tontarrón de hijo.
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