Las verdades de Miguel - Mi comentario de la semana

A 9 años del 11A. La tarde anterior había enviado mi pasaporte a Casa Militar porque el 12 viajaría con Chávez a Costa Rica estrenando el avión presidencial. Vino el día 11: me encontraba en la redacción de Quinto Día, cuando a las 9 de la mañana recibí una llamada de un amigo de la Vicepresidencia de la República avisándome que la oposición estaba calculando el número de muertos que se produciría cuando llegara la marcha de los petroleros a Miraflores. El plan era asaltar el palacio. Llamé a JVR y le pregunté por la estrategia oficial y con su acento parsimonioso me dijo que iban a ejecutar el Plan Ávila. Entonces di por descontado que el viaje presidencial sería cancelado y envié por mi pasaporte a Casa Militar. Al poco rato era público que Chávez no iría a Costa Rica, inclusive ya se rumoraba su renuncia. Llegó el mediodía y había concluido de escribir mi columna, pero la incertidumbre me hizo pensar que tenía que rehacerla y escribirle al Presidente acerca de lo trágico que podía resultar su dimisión. Al concluir me fui a Miraflores donde, desde hacía días, se encontraban apostados los partidarios del Gobierno. No recuerdo bien, pero faltarían unos 10 minutos para las 3 de la tarde cuando llovió plomo en el centro de Caracas. Casi de inmediato supe de la muerte de Jorge Tortoza. 10 años antes, Jorge se había salvado de morir atravesado por una bala cuando cubríamos los sucesos del 27N en la avenida Sucre. Este 11A permanecí en Llaguno hasta caída la tarde, cuando me marché a Radio Venezuela a mi programa Las Verdades de Miguel, creo que fui de los primeros en hablar públicamente del golpe de Estado. Yo conocía de la conjura porque un par de meses antes me reuní con un coronel amigo que me alertó sobre lo que venía (leer en las páginas 8 y 9 mi editorial del 6/1/2002). Luego escribí sobre los afectos y desafectos en la FAN e informé que el golpe sería el 11 de marzo y que los dirigentes de la oposición estaban al tanto. El golpe no ocurrió ese día, pero un mes después se desarrolló tal cual lo di como primicia. Al concluir mi programa, la noche del 11A, una turba me esperaba a la salida del edificio KLM, pero gracias al conserje pude salir sin ser visto. Los pormenores del 11A se finiquitaron una semana antes en Margarita, en una reunión donde John Raphael (ex presidente de la antigua Corporación Venezolana de Fomento) llevó el orden del día. A ese cónclave asistió Pedro Carmona. Como Santiago Nassar en La crónica de una muerte anunciada, en Venezuela todos sabían que Chávez sería derrocado menos él. Inclusive, estaban comprometidos algunos de los miembros del Gobierno revolucionario (hoy aún en funciones), incluso, uno de los ministros más cercanos a Chávez mantenía informado a Luis Miquilena acerca de todos los pasos de Chávez. Todavía latiguea el editorial de Eleazar Díaz Rangel del día siguiente justificando el golpe. La pluma de EDR buscó el mismo efecto que, el 30 de junio de 1923, en una habitación de Miraflores, logró el puñal que mató a Juancho Gómez. No todo está contado sobre aquellos días de abril de 2002. La “santa alianza” devino en al menos dos contragolpes silenciosos en sólo 48 horas. Hoy, como en la letra del bolero interpretado por Felipe Pirela, la historia vuelve a repetirse.

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