El pasado viernes 30 de abril funcionarios civiles, armados, del Instituto Nacional de Tierras (INTI) se presentaron en la finca “La Carolina”, del Embajador Diego Arria, para hacer efectiva la “expropiación” de ese fundo.
En varias ocasiones fui huésped de Diego en La Carolina cuando realizábamos reuniones de trabajo del G400+ en esa bella y acogedora propiedad. Siempre nos atendió con generosa hospitalidad. Un recorrido por la propiedad permitía apreciar que era, definitivamente, una finca modelo en plena actividad productiva.
Quien no conoció “La Carolina” por lo menos alguna vez se detuvo en “La Bodeguita”, ese pequeño y modesto negocio situado delante de la finca, al borde de la carretera, donde se podían comprar exquisitos productos elaborados artesanalmente en la finca. Uno de mis preferidos era una mermelada picante llamada “La Picantosa”. La echaré de menos porque a raíz de la expropiación, mejor dicho, expoliación, La Bodeguita fue literalmente saqueada y todos sus productos embarcados en el helicóptero del INTI que servía de transporte a los funcionarios ejecutores de la arbitraria medida de apropiación del fundo. Al parecer ahora la bodeguita es un “MERCAL” y vende productos importados.
Pero el saqueo no se limitó a La Bodeguita. Diego Arria, mi amigo y colega a quien remplacé como Embajador en las Naciones Unidas cuando se retiró de ese cargo, cuenta que los “funcionarios” se han robado cuatro de los quince caballos de raza que tenía; se han apropiado de algunas de las vacas y de otros animales; de los vehículos; del mobiliario; de las obras de arte (cuadros, estatuillas, valiosas antigüedades de gran valor). Se llevaron fotografías, recuerdos familiares y hasta la ropa personal que él, su esposa y sus hijas conservaban en la propiedad. También cuenta Diego que durante el asalto a la finca los funcionarios saqueadores se revolcaban en las camas de la familia exclamando “¡cómo gozaría el comandante en jefe viéndonos en este momento!”.
En una de sus apariciones en televisión el teniente coronel presidente mostró una foto aérea de la finca, en la cual se veía la piscina. Eso bastó para que la convirtieran en baño público. En el “Aló presidente” del domingo pasado mostró, regocijado un video en el cual un funcionario del INTI, acompañado del gobernador de Yaracuy y el alcalde de la localidad, muestran la piscina de la finca llena de niños y niñas bañándose en ella. Eso en principio no tendría nada de particular. Seguramente Diego Arria no habría tenido problema en permitir a esos niños usar la piscina si se lo hubieran pedido. Lo grave es, como lo denuncian Diego, su esposa y sus hijas en una carta abierta que le dirigieron al mandamás de Miraflores, que niños inocentes sean impulsados por el Gobierno y por sus padres a comportarse como malandros y a hacerse cómplices del saqueo y del robo de lo ajeno. “Culpo nuevamente al teniente coronel, por dar órdenes perversas de enseñar a niños venezolanos inocentes las ventajas de saquear, robar, abusar y de odiar sin causa”, dice la carta.
Con toda seguridad la escena de ese video hace feliz al dictador, le hace sentirse generoso viendo cómo se abusa de lo ajeno. Seguramente disfruta el placer morboso que le proporciona el ensañamiento contra el prójimo. Prueba de ello es el comentario que hizo con su acostumbrada sonrisa burlona: “entiendo que primero le echaron agua bendita a la piscina para evitar contaminación escualidista”.
Como para hacer irreversible el despojo, el INTI anunció que dejaba sin efecto la decisión de convertir la finca en un “centro de formación agrícola” y que dividirá la propiedad entre los pobladores de Nirgua.
La confiscación de La Carolina no es sino un ominoso acto de apropiación indebida, de robo, de una propiedad con fines de persecución política y amedrentamiento contra una figura de la disidencia democrática. Seguramente vendrán otros para deleite del comandante.
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