Venezuela tiene un importante récord que poco se recuerda: más de un siglo sin verse envuelta en guerra alguna. El inolvidable Manuel Caballero, cada cierto tiempo lo señalaba.
Es una hazaña, más todavía sí se toma en cuenta la terrible prédica de odio, de rabia, de descalificación que hemos soportado durante estos 12 años. Probablemente, "el inconsciente colectivo" de los venezolanos, siguiendo a C.G. Jung, tenga que ver con esa posición tan pacífica de los venezolanos que no quieren por nada romper la paz y se han sacrificado para que nuestra historia no vuelva a teñirse de sangre como en el siglo XIX. En efecto, la Guerra de Independencia duró 11 años. Fue la más larga de América Latina y quizás la más terrible. Apenas 3 décadas después ocurre la Guerra Federal. Con 5 años de duración, una guerra civil que nos transformó en un país diezmado y depauperado que costó mucho recuperar. El país quedó en ruinas y el llamado "Autócrata civilizador", Antonio Guzmán Blanco, logró transformaciones y cambios importantes que pusieron al país a producir nuevamente y a salir del estado en que lo dejaron esas dos guerras. Sin embargo, hubo represión constante a la libertad de expresión.
Nos ha tocado como nación, como país, situaciones muy difíciles durante el siglo XX y hemos empezado el siglo XXI con mal pie. De todos modos, hemos resistido con gran valentía los intentos hechos para acabar con nuestra democracia y los logros que peleamos para lograrla.
Hay gente, sobre todo de edad adulta, que se ha desesperado y se han ido del país. Algunos no tuvieron remedio, el régimen les quitó la posibilidad de seguir aquí. Otros están exiliados y todavía hay otros que decidieron buscar nuevos derroteros, pero la mayoría de nosotros estamos aquí y no dejamos para nada nuestro país. Seguiremos luchando pacífica y democráticamente por regresar a nuestra condición de verdaderos ciudadanos demócratas que han pretendido quitárnosla. La paz es un enorme trofeo que no debemos perder. Cada vez que hay una guerra fratricida, los países quedan en situaciones terribles. Luego hay que sentarse a plantearse cómo convivir. ¿Es posible imaginarse el odio y el resentimiento que requiere una guerra entre hermanos venezolanos? Sigamos adelante con nuestras luchas y aún cuando llama la atención la heroicidad de algunos pueblos, no olvidemos los costos emocionales, humanos, espirituales de una guerra.
Fuente: UltimasNoticias
Es una hazaña, más todavía sí se toma en cuenta la terrible prédica de odio, de rabia, de descalificación que hemos soportado durante estos 12 años. Probablemente, "el inconsciente colectivo" de los venezolanos, siguiendo a C.G. Jung, tenga que ver con esa posición tan pacífica de los venezolanos que no quieren por nada romper la paz y se han sacrificado para que nuestra historia no vuelva a teñirse de sangre como en el siglo XIX. En efecto, la Guerra de Independencia duró 11 años. Fue la más larga de América Latina y quizás la más terrible. Apenas 3 décadas después ocurre la Guerra Federal. Con 5 años de duración, una guerra civil que nos transformó en un país diezmado y depauperado que costó mucho recuperar. El país quedó en ruinas y el llamado "Autócrata civilizador", Antonio Guzmán Blanco, logró transformaciones y cambios importantes que pusieron al país a producir nuevamente y a salir del estado en que lo dejaron esas dos guerras. Sin embargo, hubo represión constante a la libertad de expresión.
Nos ha tocado como nación, como país, situaciones muy difíciles durante el siglo XX y hemos empezado el siglo XXI con mal pie. De todos modos, hemos resistido con gran valentía los intentos hechos para acabar con nuestra democracia y los logros que peleamos para lograrla.
Hay gente, sobre todo de edad adulta, que se ha desesperado y se han ido del país. Algunos no tuvieron remedio, el régimen les quitó la posibilidad de seguir aquí. Otros están exiliados y todavía hay otros que decidieron buscar nuevos derroteros, pero la mayoría de nosotros estamos aquí y no dejamos para nada nuestro país. Seguiremos luchando pacífica y democráticamente por regresar a nuestra condición de verdaderos ciudadanos demócratas que han pretendido quitárnosla. La paz es un enorme trofeo que no debemos perder. Cada vez que hay una guerra fratricida, los países quedan en situaciones terribles. Luego hay que sentarse a plantearse cómo convivir. ¿Es posible imaginarse el odio y el resentimiento que requiere una guerra entre hermanos venezolanos? Sigamos adelante con nuestras luchas y aún cuando llama la atención la heroicidad de algunos pueblos, no olvidemos los costos emocionales, humanos, espirituales de una guerra.
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