En hombros de los venezolanos de hoy descansa el presupuesto de Cuba, de Bolivia y…
“¿Te acordás, hermano, qué tiempos aquellos?”
Con esa añoranza discurre la letra del famoso tango argentino “Adiós Muchachos” cuyo autor evoca tiempos pasados afirmando que siempre fueron mejores y que además no volverán.
¿Te acordás, hermano, cuando a Carlos Andrés Pérez lo sentenciaron a perder la Presidencia de la República por que había distraído doscientos cincuenta millones de bolívares (de los viejos) para reforzar la seguridad de la recién electa presidenta de Nicaragua, doña Violeta Chamorro, quien luego de diez años de caos comunizante de Daniel Ortega asumía la jefatura del Estado?
¿Qué hubiera ocurrido si el caso hubiese sido el de las transferencias mil millonarias a la misma Nicaragua, pero la de hoy, para apuntalar su régimen autoritario que incorpora la ayuda venezolana a la chequera personal de Daniel Ortega que parte y reparte sin dar cuenta de esos fondos a la tesorería de su país? ¿Qué hubiese ocurrido si en plena crisis de seguridad pública se hubiese descubierto que el Gobierno venezolano regalaba patrullas policiales a granel al “pana” Evo mientras a metros de Miraflores no se puede asomar la nariz a la calle?
¿Qué hubiese hecho el entonces Fiscal General (Escovar Salom, el mismo que acusó a CAP por los 250 millones) si la evidencia señalara que en hombros de los venezolanos de hoy descansa el presupuesto de Cuba, de Bolivia y de algunas otras chulocracias del continente? Se pregunta uno si en la denostada y “putrefacta” IV República hubiese pasado por debajo de la mesa el caso del maletín de Antonini aun reconociendo que aquellos próceres de entonces no eran precisamente militantes de la congregación de la Madre Teresa de Calcuta.
¿Te acordás, hermano, cuando la industria petrolera funcionaba por la meritocracia, bombeaba petróleo y cumplía con el fisco, los acreedores y la sociedad todo bajo una estricta contraloría estatal? Hoy aquello ya no funciona, las tierras “recuperadas” no producen, Pdvsa está en ruinas, las reservas van palo abajo y la institucionalidad democrática está en terapia intensiva mientras las aves de rapiña endógenas y exógenas revolotean sobre la presa que pronto expirará.
Pero nada de eso importa porque Pdvsa es del pueblo, la hacienda de Diego Arria y muchas otras, también, las torrefactoras de café se tornaron socialistas aun cuando el grano brilla por su ausencia y la Polar está en la mira de quienes solo sueñan con repartir una riqueza sin siquiera pensar en cómo crearla.
¿Te acordás, hermano, cuando la diplomacia era un oficio serio y no un ring de boxeo desde el que se tiran fintas para las gradas en lugar de buscar armonía entre diferentes países y maneras de pensar como cuando éramos amigos respetados por todo el mundo?
Uno se pregunta a veces si estas añoranzas del columnista son resultado de una mentalidad decadente anclada en un pasado irrescatable o si por el contrario el recuerdo de aquellos valores que otrora fueron sello distintivo de nuestro gentilicio nacional pueden aún servir de inspiración para soñar con un futuro mejor. A estas alturas confieso que no lo sé y eso me angustia.
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