Lo importante de las elecciones presidenciales de este domingo en Colombia no es, realmente, si gana Santos o si gana Mockus o si tienen que ir, como probablemente será, a una segunda vuelta. Lo que cuenta este domingo, y contará en la segunda vuelta, es la enorme profundidad democrática de los colombianos.
La lección colombiana, el ejemplo vivo y diario de un gran pueblo, están ahí, a la vista. El gobierno de Uribe desarrolló un durísimo programa en cumplimiento de su compromiso de derrotar a las guerrillas narcotraficantes, pero también ha estado rodeado de escándalos, sospechas, conflictos con los derechos humanos, hay miembros del Congreso y de cuerpos policiales y militares presos, investigados, señalados.
En estos ocho años, nadie en Colombia ha hablado de golpes de estado, nadie ha imaginado siquiera trastocar una tradición democrática que, si contamos sólo desde el último año de mandato del último tirano militar, el General Rojas Pinilla, lleva ya 53 años de continuo régimen democrático sustentado en partidos que, a pesar de lo que digan, no son controlados únicamente por cúpulas y líderes eternizados.
Uno tras otro, los presidentes, ministros y autoridades colombianos han sostenido la independencia de poderes, el respeto estricto a la Constitución, la vigencia sólida del sistema de justicia. Entretanto, han ido cambiando para mejor sus ciudades, han batallado contra la delincuencia en general y la narcodelincuencia altamente organizada y contra las feroces guerrillas, y han convertido a Colombia en una de las naciones legítima y claramente líderes de Latinoamérica.
Por eso no es relevante si gana Santos o si gana Mockus. Este domingo, sin duda alguna, la democracia colombiana volverá a ganar. Quien resulte electo nuevo presidente, no será amigo ni enemigo de Chávez ni de los Estados Unidos. Será un seguro vigilante de las tradiciones colombianas y de su hacendosa forma de ser.
Hermanos son los pueblos, los presidentes y la burocracia estatal son los que trabajan para que cada pueblo se desarrolle y para que la fraternización sea posible en paz, con conciencia de justicia y a plenitud.
http://www.analitica.com/va/editorial/6657749.asp
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