Mayo 29, 2010
La llamada gran prensa, así nacional como regional, supera con creces a los periódicos comunitarios.
Comienza a circular un análisis del consumo cultural de los venezolanos, con datos relativos a nuestro nexo de sujetos corrientes con la oferta vinculada a asuntos de información, entretenimiento, lecturas y señuelos tecnológicos. Aporta detalles de interés sobre el entorno inmediato, sobre cómo nos movemos en su ámbito para aproximarnos con sus conminaciones desde la cotidianidad. Un estudio anterior data de 1999, de manera que tenemos ahora a mano referencias flamantes que se pueden manejar para un entendimiento de cómo la colectividad ha cambiado sus contactos con lo que genéricamente se denomina cultura, dentro de una escena que experimenta situaciones debido a las cuales debe la gente amoldarse a numerosas conminaciones para salir del atolladero, o simplemente para no pasarla mal. El estudio fue hecho a escala nacional por los profesores Marcelino Bisbal y Pasquale Nicodemo, en el marco de la investigación sobre la pobreza que desarrolla el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la UCAB. La seriedad del organismo responsable de la encuesta y la lucidez de quienes hicieron el trabajo, permiten manejar los datos con confianza. Sobre algunos se comentará de seguidas, desde la subjetividad de quien suscribe.
Tal subjetividad corrió tras la información de los esfuerzos del oficialismo para controlar el universo mediático, o para influirlo en términos arrolladores partiendo del manejo de cuantiosos presupuestos debido a los cuales fundó una cadena de emisoras, o profundizó el afán de convertir a la figura del Presidente en la estrella de mayor fulgor tras los micrófonos y frente a las pantallas. El análisis sobre la frecuencia de exposición a los llamados programas oficiales u oficiosos, en especial a las cadenas presidenciales, señala que es extremadamente baja en todos los estratos. En promedio sólo alcanzan la cifra de un 9.4% del universo consultado. De agregarse a la escuálida sintonía la audiencia de las emisoras llamadas comunitarias. Se trata de una atención insignificante, no en balde apenas se confiesa como usuaria un 2% de la población consultada, mientras un 73% del resto asegura que jamás ha tenido la ocurrencia de buscarlas en el dial. En su lugar, la inmensa mayoría de los entrevistados se arroja en el regazo de los melodramas o busca explicación sobre el mundo circundante a través de los noticiarios independientes. Estos últimos comienzan a superar la atención masiva, debido a que los que se apegan a la búsqueda de informaciones y a la voz de comentaristas ya superan el número de los espectadores de telenovelas. Algo nos deben decir estos detalles sobre cómo sorteamos los venezolanos el escollo del mandón y de sus campañas mediáticas.
La prensa no sale bien parada en la orientación. Sólo el 28% de los consultados la lee todos los días, mientras el 30 y el 16% del resto afirma que la consulta ocasionalmente para fijar la atención, de manera preferente, en las páginas de sucesos. Luego la frecuencia de lectura se ubica en el espacio de las noticias nacionales y del conocimiento de eventos deportivos, para que el interés por la política apenas refleje una preocupación del 18.1% de quienes participaron en la encuesta. Pese al descenso en las escalas de atención, la llamada gran prensa, así nacional como regional, supera con creces a los periódicos comunitarios en cuyos folios apenas se detiene un 4% de interesados. También quedan bien parados los periódicos más conocidos frente al mercado de las revistas, pues apenas un 5% tiene la costumbre de revisarlas. Supongo que estamos, de nuevo, frente a sugerencias sustanciales para quienes pretendan la atracción de grandes públicos.
¿Qué prefiere hacer el gran público? No va al cine, como uno pudiera suponer. Un 62 % de la muestra asegura que “nunca” visita las salas, frente a un 11 % que las frecuenta habitualmente. La mayoría se muestra ganada por el mercado del DVD y por amenidades que pueden hacer la vida placentera sin salir del encierro hogareño. Se fortalece así un fenómeno de reclusión que sólo se supera mediante el uso de la Internet, no pocas veces realizado en los cibercafés, o gracias al auxilio de la telefonía celular que se ha convertido en compañera y confidente de quienes no se aventuran a alejarse de sus predios. No caben ahora otros análisis de interés sobre temas como la lectura de libros y la visita de museos, pero tal vez lo que se ha visto lleve a los lectores a una consulta menos apresurada de lo que me atrevo a anunciar como un aporte fundamental para sentir cómo nos movemos en nuestros días los venezolanos.
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