Y cómo les parece, dice Don Cipriano que
la culebra hay que matarla por la cabeza.
Juan Vicente Gómez
La relativa tranquilidad reinante en el país después de la carnicera Revolución Libertadora y del artero Bloqueo Pacífico es ahora quebrada por un conjunto de acciones en contra de empresas y gobiernos extranjeros, y ciudadanos venezolanos. Se introdujo senda demanda contra la New York and Bermudez Company por daños causados a la Nación y otra contra El Cable Francés; se solicitó el embargo de los bienes de Matos; el Gobierno Norteamericano retiró a su embajador; Francia rompió relaciones diplomáticas y Colombia hizo lo conducente. Mas tarde los Estados Unidos de América y Holanda también romperían relaciones diplomáticas con el Gobierno de Castro.
En el plano nacional se produce la detención y posterior fusilamiento del General Antonio Paredes en el Estado Bolívar. La economía nacional entra en franca recesión; hay que subastar, vender a precio de gallina flaca, la recaudación de significativas fuentes de ingresos públicos nacionales: la renta de licores, tabaco, estampillas, cigarrillos, papel sellado y salinas son cedidos al mejor postor. Y como dice el refrán: cuando el pobre lava… llueve, una epidemia de peste bubónica estalló además en el litoral central y se extendió a la capital y al centro del país, el espanto se instaló en casas y habitantes.
Intrigas políticas van y vienen, las facciones se organizan y conspiran, son los tiempos de La Conjura organizada por la camarilla valenciana liderada por Ramón Tello y bajo el eventual mando del General Francisco Linares Alcántara; se trata de apostar a la inminente muerte de Castro y de asesinar al incómodo Gómez. Empero, Castro se recupera de sus dolencias y conjura La Conjura.
Castro vuelve prontamente a resentirse de su precaria salud, agravada por las francachelas, orgías, desenfrenos, jaranas, agasajos y convites sin medida que le organizan sus felicitadores y aduladores. En 1907 es intervenido de un riñón, reasume como Presidente, se separa del cargo y regresa desde La Victoria aclamado.
Sin embargo, la salvaguardia de su salud se impone sobre las ansias de poder del Caudillo, quien toma la decisión de operarse esta vez en el exterior y dejar encargado de la Presidencia a Juan Vicente Gómez, Vicepresidente en ejercicio y su afectuoso compadre. Carlos Alarico Gómez, rememora vivazmente el episodio de la despedida de Castro:
“Al momento de la despedida los dos compadres se abrazaron con afecto y Castro, visiblemente emocionado, se dirigió a los ministros y oficiales presentes, expresándoles: Rodead al general Gómez y prestadle vuestra cooperación como si fuera a mí mismo y habréis cumplido con vuestro deber. Luego, Castro tomó el tren y se dirigió a La Guaira donde abordó el buque Guadaloupe el 24 de noviembre de 1908. Se dirigía a Berlín a la Clínica Sanatorium Hygeia, en donde sería operado por el nefrólogo James Adolfo Israel. (…) Al llegar a Margarita, el día 25 de noviembre, las fuerzas vivas se acercaron a saludarlo, mostrándose afable y aceptando de buen grado los saludos tan emotivos que le presentaron, expresando: Doy el último adiós a la tierra amada de la patria. Y uno de los presentes, con la proverbial simpatía margariteña, le replicó: El último adiós no, General. Teste esa frase. No se la permitimos. El regreso tiene que ser pronto. Nos quedamos esperándolo. Constantemente le pediremos al cielo que nos lo traiga pronto. No obstante el buen deseo expresado, el destino le iba a dar la razón a Castro: Era el último adiós”.
Lo acontecido con posterioridad es ya verdadera historia patria, Gómez se alzó prontamente con el poder, redujo la influencia de los seguidores de Castro, a unos los apartó de sus cargos, a otros los hizo presos en la famosa Rotunda. Organizó su propio equipo de gobierno y los afectos al régimen crearon el artilugio necesario para su proclamación como Presidente de la República. Comienza así el segundo gobierno de la Revolución Restauradora, el de la Rehabilitación Nacional: “una evolución dentro de la misma causa”, sentenciaría el nuevo Presidente en ejercicio.
A fin de que todo tuviese el mayor viso de legalidad, la Corte Federal y de Casación, basada en varios juicios incoados contra Castro por la comisión de diversos delitos, entre ellos la orden de asesinar al General Antonio Paredes, dada en código por el mismo Cipriano a través de un telegrama cifrado, ya había acordado la suspensión de Castro del ejercicio de la Presidencia de la República.
De acuerdo con Antonio García Ponce:
“El derrocamiento de Castro en 1908 no despertó resistencia de consideración en el castrismo y, peor aún, pareció que el castrismo fue arrancado de cuajo del panorama político nacional porque, a diferencia del crespismo, el guzmancismo o el paecismo, no hizo, en lo adelante, ningún intento serio por recapturar el poder”.
De allí en adelante, al decir de Rodríguez Durán:
“El guerrero de a caballo, acostumbrado a tramontar los polvorientos caminos de Venezuela, fue sometido a vagabundear por mares y océanos cual presidiario en galera flotante”.
Cuenta Picón Salas que su compadre del alma, su segundo de a bordo, el que había quedado al frente del gobierno para cuidarle el coroto, y después traicionarlo y darle la espalda, el ahora liberado segundón convertido en Benemérito de la Patria, al momento de enterarse del fallecimiento de Cipriano Castro en Santurce, Puerto Rico, en 1924, se encontraba:
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